lunes, 25 de mayo de 2009

La ultima miliciana

Huele a primavera en Extremadura y resuena en el aire un estallido inevitable de belleza. El campo se tiñe con el blanco puro de las flores y se oyen ecos de Neruda: «Quiero hacer contigo / lo que la primavera hace con los cerezos». Pero hoy, precisamente hoy, no parece el día más propicio para las flores ni para la poesía ni para el amor. (¿O quizás sí?).
Un coche se encamina hacia las afueras de Badajoz (me piden que no haga pública la dirección), se interna por senderos campestres y aparca frente a una humilde casa en la que vive María de la Luz Mejías Correa, nacida el 3 de marzo de 1916 y alistada en las filas del Ejército Popular de la República con veinte primaveras.
Hoy, a sus 93 años, recuerda el horror de un infierno, el de la Guerra Civil española, que ella vivió en primera fila, es decir, en las trincheras. Su testimonio, además de excepcional, es único, pues ya no viven más mujeres españolas que, como ella, combatieran en el «ejército rojo». Es, por tanto, la última miliciana, la misma que, en un gesto que le honra y le define para siempre, comparte una conversación de más de tres horas en la mañana del día 17 del presente mes. Es su legado -«mi última entrevista», dirá luego, al darme un beso imborrable de despedida-, justo casi en la víspera del setenta aniversario del final de aquel horror, cuando «los muertos eran enterrados como perros en el campo».
Habla de la guerra, de aquella guerra -¿también de su guerra?-, y muy pronto pone los puntos sobre las íes para evitar malos entendidos: «Aquello no fue una guerra, sino un engaño y un exterminio. Quien tenía la fuerza era la derecha y el clero. Sin guerra, España hubiera sido como una balsa de aceite». Y guarda silencio...
Se oye el canto de un ruiseñor en la huerta que ella misma cultiva, en la que, según me explica, planta ajos, habas, fresas, patatas, acelgas... Y el ruiseñor no para de cantar... Y ella le pone letra a la canción del pájaro: «No es necesario pelearse; lo que es necesario es el diálogo y la comprensión. Las causas fundamentales de las guerras son el odio y la envidia». Y el ruiseñor se marcha con la nueva canción a no se sabe dónde.
Y como siempre, sonríe... Porque a la postre, siempre parece sonreír María de la Luz Mejías Correa... (¿Siempre?) «Yo no he tenido miedo ni en la trinchera ni en la vida. Nunca he pensado que me van a matar. Siempre he pensado: ya saldremos de este bache y tendremos libertad». ¿Acaso esta mujer no tiene miedo ni a la muerte? «Tampoco», responde. Y remacha: «Sólo tengo miedo al dolor, al sufrimiento de no poder hacer nada...». («-La tarde cayendo está- / En el corazón tenía / la espina de una pasión; / logré arrancármela un día: / ya no siento el corazón»).
Mientras María de la Luz va soñando sus propios caminos, así es como Machado aparece, inevitable, entre las colinas doradas que rodean la casa de la última miliciana: ...«Y todo el campo un momento / se queda, mudo y sombrío, / meditando. Suena el viento / en los álamos del río. / La tarde más se oscurece / y el camino que serpea / y débilmente blanquea, / se enturbia y desaparece. / Mi cantar vuelve a plañir: / Aguda espina dorada, / quién te pudiera sentir / en el corazón clavada».
La vida del obrero
Y la entrevistada se convierte entonces en la entrevistadora: «La vida del obrero cuando yo era una muchacha... ¿Quieres que te la cuente?» (Por supuesto que sí): «Para desayunar, sopas y migas; garbanzos para comer, y gazpacho por la noche... Ante esta esclavitud, el obrero se organizó, y por eso mismo vino la guerra... porque eso no les gustaba nada a los ricos».
Al oírla, se entiende cómo esta mujer ha sido capaz de relatar con su propia voz toda su biografía, condensada en un libro publicado por la Editorial Renacimiento bajo el título 'Así fue pasando el tiempo', en el que se reflejan ésas sus «Memorias de una miliciana extremeña». Con la ayuda de uno de sus nietos, Manuel Pulido Mendoza, lo ha sacado a la luz para «recordar», porque «si lo echamos todo en el olvido puede repetirse otra vez».
Al recordar, le hablo del incendio de iglesias por parte de miembros del Frente Popular y ella me responde sin dudarlo, como para dejarlo muy claro de una vez por todas y sin necesidad de más debate: «Eso lo hicieron los mismos curas para culpar a los rojos. Los milicianos se refugiaban en las iglesias y luego venían las tropas de Franco y las quemaban...».
Acaba de pronunciar su nombre. Es el momento, pues, de la pregunta: ¿Qué opina del dictador, cómo le define, qué recuerdos guarda de él en su conciencia? Y también contesta de inmediato, como de carrerilla, como cuando se dice algo que siempre se dirá en cada momento que uno lo piense o lo recuerde: «Franco era una persona criminal porque era quien mandaba matar. Es el culpable auténtico de todo lo que ocurrió». ¿Siente rencor hacia él? (Me mira con compasión infinita. Guarda silencio. No está el ruiseñor. Ya se ha ido. ¿Volverá...?) Y responde entonces: «Ya no tengo rencor contra nadie, ni siquiera contra Franco».
Y María de la Luz continúa su relato, con palabras que brotan como el agua que fluye por los ríos: sin vigilancias, sin barreras..., sin grabadoras, claro. Es la última miliciana. («¿Te has mojado, hijo?», le pregunta a uno de los nietos que están presentes en este encuentro y que, embelesado con la historia de su abuela, con la historia de España, ha tirado su vaso de agua fresca sobre el hule de la mesa con brasero, aquí, en las afueras de Badajoz, al lado mismo de donde estuvo presa durante todo un año en varias cárceles antes de ser condenada a seis años y un día). «¿Y por qué? Pregunto todavía», se lamenta, al comentar su tan triste e injusto caso de sentencia. «Tengo la conciencia muy tranquila porque no he hecho daño a nadie. No he matado cobardemente, no he sacado a los hombres de las casas como si fueran borregos camino del matadero...», añade.
Sangre derramada
(Su voz está a punto de quebrarse, a punto de ahogarse en la emoción. Se me encoge el corazón y susurro casi para que no me oiga: ¿llora cada vez que está sola y recuerda todo esto?) Pero me oye, porque así dice: «De tanto que he sufrido, ya no siento ni llanto».
Y su mente, su mente de luz clara, vuelve a donde ella quería llegar de no haber sido interrumpida por mi torpeza estéril: «Corría la sangre por todo el campo de San Juan...» (Y me muestra las estremecedoras 'Lunas de agosto' de Justo Vila -«...éste es un libro muy importante», subraya-, en donde se rescatan los sucesos acaecidos en torno al 14 de agosto de 1936, cuando el teniente coronel Yagüe ocupa Badajoz con sus tropas, que, según Vila, «durante horas persiguen y fusilan no sólo a los defensores de la capital extremeña, sino a la población indefensa»). Y María de la Luz parece enfocada en su última frase, como si no quisiera avanzar, como si quisiera saber el porqué de todo aquello. Quizás por eso la repite de nuevo, aunque con más crudeza todavía: «Corría la sangre por los campos de San Juan como agua de río...» (La sangre derramada, ¡ay!, «¡que no quiero verla!»).
Y el ruiseñor no canta, pero la voz de Lorca lo hará por él horas más tarde, cuando, con los recuerdos vivos de María de la Luz, me acerco a la calle del Obispo por la que en 1936 bajaba la sangre de los fusilados frente a la catedral pacense. En algunas de sus piedras aún se observan las huellas terribles de unas balas que nunca debieron dispararse, que no debieron derramar aquella sangre: «¡Que no quiero verla! / Que mi recuerdo se quema.» Y mientras Lorca me habla, también recuerdo las palabras de María de la Luz: «Yo lucharía siempre por la libertad, sin atajos, sin odio», pero «matar a una persona que está en frente, viéndola, eso no lo haría nunca...». Luis Miguel del Barrio. Visto en : larioja.com

19 comentarios:

SaiZa dijo...

Que relato más emotivo y que forma más bonita de contarlo. Eres un artista escribiendo, desde luego tienes madera de escritor. Un abrazo, siempre es una delicia leer tus entrevistas y relatos.
¡Salud, Memoria y Libertad!

Freia dijo...

Buenos días Navegante:
¡Qué placer tener un rato para degustar tu bitácora despacito!.

Gracias por traernos este relato, este testimonio de honestidad, sinceridad, cordura y coherencia después de tantos años. Para que no olvidemos.

Un abrazo muy fuerte.

Ginebra dijo...

Una entrevista la que nos muestras muyyyy interesante querido Rojo. ¿te parece bien que te llame así??? Yo también soy Roja y me gusta como suena!!!!
No conocía la identidad de esta valerosa milicina extremeña y me ha intersado mucho.
Anoche me acordé de tí, jajjajajaaja (no en la cama, te cuentoooo, jejejej).En la segunda cadena ponían un documental titulado. "Extranjeros de sí mismos", quizás lo viste. Excombatientes de las Brigadas Internacionales y de la División Azul contaban su experiencia. Me encantó.
Bueno, niño, besos de lunes.

Caminante dijo...

Precioso el relato de la última miliciana, que además es extremeña, vecina tuya.
Un abrazo. PAQUITA

RGAlmazán dijo...

Hay que dejarlo escrito, por si nos falla la memoria. Mujeres que lo dieron todo, que son la memoria viva. Mujeres fuertes, seguras, capaces de decir verdades como templos. Mujeres con amargas experiencias y con un sufrimiento en sus espaldas que no debemos olvidar. Su defensa leal a la Constitución republicana democrática es todo un ejemplo que no podemos ni debemos olvidar.

Salud y República

severino el sordo dijo...

Hoy nos has traido el testimonio de una gran mujer,leyendolo despacito uno comprende el odio y las ganas de exterminio, contra gentes como estas era imposible luchar,cuanto les debemos¡¡ un saludo.

Daalla dijo...

Mujeres como ella...entonces había muchas, la mayoría. Mujeres que eran capaces de dar el pecho a sus hijos y empuñar un fusil para defender la libertad. Capaces de las caricias más tiernas y del odio exacerbado hacia el fascismo. Mujeres que alcanzaron sus derechos luchando por ellos y que vivían y morían junto a los hombres en plena igualdad.
Al menos el testimonio de una de aquellas milicianas, quizá la última, no se perderá en el olvido.
Me descubro ante ella.
¡Salud y República!

Ciberculturalia dijo...

Tengo que respirar profundamente porque no sabes cómo me ha emocionado tu relato. Y tengo que respirar porque en este momento me gustaría llorar por tanta sinrazón, tanto daño causado, tantas vidas rotas. La entereza de María de la Luz es todo un ejemplo de fortaleza y de lucha. El cómo tu lo narras es de gran belleza.
Eres estupendo, navegante. Por eso me gusta venir a verte. Cuando llegan estas horas, a veces bastante más tarde, después de un largo día de trabajo, encontrar estos testimonios es realmente conmovedor.
Gracias de verdad. Un beso

Anónimo dijo...

"«Aquello no fue una guerra, sino un engaño y un exterminio. Quien tenía la fuerza era la derecha y el clero. Sin guerra, España hubiera sido como una balsa de aceite"

Gran verdad. Yo que tan bien conozco extremadura, y he hablado con muchas personas mayores, doy fe de que la represion trás la guerra fue brutal.

Luego hay quien dice que no está bien la Ley de la Memoria Histórica.

Gracias por el articulo y los versos, tan necesarios para estos reportajes. Te ha faltado Miguel Hernandez.

Un abrazo desde Córdoba.

Naveganterojo dijo...

Saiza, el relato no es mio,aunque tuve la suerte de conocer a Maria.
Un abrazo.
Salud y republica.

Querida amiga freia, hacia mucho que no sabia de ti, es un placer volver a leerte.
Un abrazo.

Ginebra, me parece perfecto que me llames Rojo, pues aunque soy mas blanco que un vaso de leche, me siento orgulloso de ser de izquierdas.
No vi el documental, pero recuerdo haber laido que un documental que filmo la BBC en la que ponian cara a cara a ex combatientes americanos y alemanes habia cosechado un gran exito y alguien estaba pensando hacer lo mismo en España.
Un abrazo.

Paquita, me siento orgulloso cada vez que leo algo de los republicanos extremeños,(piensa que mis padres son extremeños y yo vivo a 12 km de la comunidad de extremadura).
Un abrazo.

Rafa, cuanta razon tienes, ellas y ellos tuvieron una lealtad a la legitimidad que ya quisieramos para nosostros.
Un abrazo.
Salud y republica.

Severino, es cierto, creo que jamas se les podra pagar la deuda que contrajo este pais con ellos.
Un abrazo.

Daalla, yo tambien creo que España estaba llena de Marias de la Luz,
lo terrible es que la dictadura arranco de raiz las ansias de libertad de aquella generacion, y adormilo la de la siguiente.
Esperemos que nuestros hijos sepan y puedan recojer la antorcha medio apagada que les dejamos nosotros.
Un abrazo.

Carmen, me ocurre lo mismo que a ti, a veces cuando llegas del trabajo y te sientas ante la pantalla para viajar por los jardines de los amigos, es la mejor recompensa a un duro dia de rutina, ellos te hacen soñar, llorar, reir,pensar, en definitiva...vivir.
Un fuerte abrazo.

JoseCordoba,me alegro que conozcas extremadura, parece que en este pais aun se la considera tierra perdida y pobre que no merece una visita, pero luego los cuatro madrileños que visitan por ejemplo el parque de Monfrague, se van alucinados y enamorados de esta tierra.
Gracias por tus palabras, y por tu apoyo a la memoria.
Un abrazo

An Wild dijo...

Muy buena la entrada.

No sabía que la última miliciana estuviese en extremadura. Gracias por haber escrito esto.

Lo que más me ha llamado la atención es la humildad de esa mujer, y que su persona esté vacia de rencor.
Es admirable.

An Wild dijo...

Muy buena la entrada.

No sabía que la última miliciana estuviese en extremadura. Gracias por haber escrito esto.

Lo que más me ha llamado la atención es la humildad de esa mujer, y que su persona esté vacia de rencor.
Es admirable.

lys dijo...

Me he emocionado, mi abuelo también fue miliciano y murió joven con heridas de esas que no se cierran.

Gracias por llamar la atención a estas memorias en forma de libro. lo leeré.

Un abrazo.

Caminante dijo...

He intervenido en los comentarios de los sucesos de Béjar... por si no lo miras... te lo digo.
Buena tarde. PAQUITA

Martine dijo...

Buff!Navegante...
Este testimonio me ha erizado la piel y por un momento estuve a punto de llorar, mentira.. lo hice..
Estos Testigos y Protagonistas vivos de tanto drama deben dejar su testimonio, es urgente y necesario, muy necesario, vital incluso...

Me inclino con profundo respeto ante esta Gran MUJER, ante María de la Luz Mejías Correa...Retendré su nombre , buscaré su libro «Memorias de una miliciana extremeña»...

Y te dejo un abrazo muy cariñoso y agradecido por dárnosla a conocer...

Libertad Martínez dijo...

Pero serás malo "sociata", mira que pensar que no te visito por que eres una oveja descarriada ??????????????
jajajaj.
Un besazo.
Y no te visito más porque estoy ocupada en desmontar las falacias de un candidato canario, jajajaja.
besitos.

Isabel dijo...

Un relato estremecedor Navegante, una gran mujer. Un beso

Por cierto, cuando hablo de unirnos todas las mujeres, acepto tambien a todos los hombres que quieran ayudarnos a combatir la lacra de la violencia. Otro beso

Raiandoelsol dijo...

Como siempre, tus relatos son muy emotivos, es importante no olvidar, y más importante és, hacer comprender a las nuevas generaciones, lo inútil que es una guerra,y a lo que se puede llegar y conseguir ... Navegante, con tus relatos, lo consigues, y por eso te felicito.


El comentario que me dejaste en mi poema, está muy bien, y precisamente, se refiere a la juventud, hay que seguir el camino, sin violencia, sin drogas, sin armas para matar, una nueva generación tiene que avanzar con firmeza, pero sin batallas que luego tengan que lamentar ...



Recibe un saludo muy cordial,Navegante, y como siempre, mis mejores deseos.

fotosbrujas dijo...

un articulo sensacional una vida ejemplar
SALUDos