viernes, 30 de noviembre de 2007

La columna de los 8.000

Desde el punto de vista de la documentación, la inmensa mayoría de los libros que abordan la Guerra Civil en Extremadura no hablan de esta historia. Parece difícil de creer que una tragedia que afectó a miles de personas de unos 50 pueblos diferentes de las provincias de Badajoz, Huelva y Sevilla fuese desconocida por tantos y tantos especialistas en la materia, pero es así.
El 2 de agosto de 1936, tan sólo 15 días después del alzamiento, salen de Sevilla las primeras columnas de Franco hacia Madrid al mando del comandante Castejón y el teniente coronel Asensio. La ruta elegida es a través de Extremadura utilizando la Vía de la Plata. Su objetivo es conquistar la capital y unir los territorios controlados por los militares golpistas del norte y sur peninsular. Estas tropas son las que toman todas las poblaciones sobre las que discurre la Vía de la Plata; así como otros puntos estratégicos como Llerena. También serán las que avancen sobre Badajoz, ya con Yagüe y Tella en escena. Llevan la consigna de proceder a la ejecución sistemática y organizada de todos aquellos implicados con la República y con partidos, sindicatos y organizaciones de izquierda en los pueblos tomados. Los sangrientos sucesos de Badajoz tras la toma fueron el ejemplo más conocido de las prácticas represivas por parte de estas tropas. Estos hechos generaron el éxodo de miles de republicanos que intentaban escapar del horror y la muerte huyendo hacia el suroeste de la provincia de Badajoz, aún territorio bajo control del gobierno de la República.
Todo lo relativo a la columna de los ocho mil fue organizado por dirigentes socialistas de la provincia de Badajoz. Las decisiones más importantes sobre el futuro de la columna se tomaron en una asamblea celebrada en Valencia del Ventoso a principios de septiembre. En la reunión participaron figuras republicanas y socialistas de cierta relevancia como el diputado en Cortes Sosa Hormigo, el alcalde de Zafra José González Barrero, el alcalde de Fuente de Cantos Lorenzana; o José Francisco Gómez, secretario del ayuntamiento de Almendralejo. Algunos de ellos formarían parte días después de la columna. La columna sale el 15 de septiembre por la mañana de la estación de tren de Fregenal de la Sierra. El papel de los guías era clave en el recorrido por caminos en territorio enemigo. Cualquier decisión equivocada podría significar una catástrofe. Uno de ellos era un práctico de la estación llamado Comas. Otro era un vecino de Fuente de Cantos llamado Peñas que había trabajado de medidor de tierras y conocía la zona. El número total de integrantes de la columna nunca lo sabremos. Francisco Espinosa y José María Lama hablan de unas ocho mil personas. Este número da nombre a la expedición: La columna de los ocho mil. La mayoría de sus miembros eran personas sencillas, que huían de sus pueblos por miedo o por sus ideas políticas. También mujeres y niños. Familias enteras que llevaban en bestias de cargas los pocos enseres a los que no habían querido renunciar.
Al caer la tarde del 17 de septiembre, la columna dejó la senda y se internó en la cañada real del Pencón. Estaban ya muy cerca de la vía del tren y con ello de la llegada a zona republicana. No sabían que a pocos kilómetros el ejército sublevado les esperaba. El lugar elegido para la emboscada fue el Cerro de la Alcornocosa, junto a la Cañada Real del Pencón. Un paraje cercano a los pueblos de Reina y Fuente del Arco, y a pocos kilómetros de la vía del tren. Seguramente se eligió este lugar por las facilidades de comunicación que ofrecía. Los sublevados montaron estratégicamente varias ametralladoras en la parte alta del cerro. En cuanto la columna estuvo a tiro iniciaron el ataque. Desde una posición privilegiada, las tropas golpistas masacraron a milicianos y civiles, superiores en número, pero prácticamente desarmados. En medio de la confusión y el horror, la columna se partió. Unos lograron pasar. Otros, los más retrasados, pudieron dar marcha atrás. Muchos salieron huyendo en desbandada, aterrados, hacia las sierras vecinas sin saber a donde ir. Amigos y familiares que se separaron en ese momento no se volverían a encontrar en la vida. Durante la noche, en medio de la confusión y el pánico, hubo sucesos violentos de todo tipo. Muertes, terror, desconcierto. Incluso ardieron algunas sierras de la zona. El resultado, según las cifras oficiales fue de ochenta muertos y treinta heridos, aunque nunca sabremos el número exacto de bajas. En la confusión del ataque y de la noche, hubo milicianos que fueron asesinados por sus propios compañeros para impedir su huida. La suerte para los que sobrevivieron al ataque fue dispar. Quienes consiguieron pasar tenían como objetivo cruzar la vía del tren, situada a dos o tres kilómetros del lugar de la emboscada. Aquellos que lo lograban llegaban a zona republicana y acababa el peligro. Sin embargo los militares golpistas les reservaban una última sorpresa. En la vía estaba emplazada una máquina de tren y dos vagones con soldados disparando contra todo aquel que intentaba cruzarla. Seguramente, sería parte del dispositivo utilizado para transportar las tropas. A pesar de ello, un goteo constante de personas consiguió pasar y llegar durante esa noche y los días siguientes a Valverde de Llerena y Azuaga. Algunos heridos en mal estado y todos agotados. Azuaga en esas fechas era un autentico hervidero de gente. Algunos de los que lograron llegar, como Miguel Santana, nos describieron la situación y nos contaron como salían continuamente trenes llenos de personas hacia Madrid a través de Peñarroya. Estos trenes pertenecían a la línea de ferrocarril de vía estrecha que unía Fuente del Arco, Azuaga y Peñarroya. Muchos de estos milicianos acabaron recibiendo formación militar en Madrid, ciudad que preparaba su defensa. Algunos batallones se formaron casi enteramente con milicianos extremeños. Entre ellos destacó el llamado "Batallón de los Castúos".
Esperamos que el esclarecimiento y difusión de barbaridades como esta sirva para que valoraremos como un bien preciado los últimos treinta años de pacifica convivencia y democracia vividos en este país, y tomemos conciencia del horror que producen las guerras, sobre todo las guerras civiles.
Articulo completo,aqui

1 comentario:

Gracchus Babeuf dijo...

No habío oído nada de estesuceso. Confirma el pla de 'laminar' a la izquierda. Franco no tenía prisa en ganar la guerra. Tenía más interés en eliminar rojos. E imponerse por el terror. Con estos recerdos, cualquiera se opone al régimen.