domingo, 25 de noviembre de 2007

Dos historias,dos finales

Son dos historias mas de nuestro pasado,son igual de violentas,con el mismo final ,pero....la historia no las trato igual. El 25 de julio de 1936 Sigüenza fue ocupada por dos columnas de la CNT, FAI y POUM procedentes de Madrid al mando de Martínez Aragón. Una de sus primeras acciones les lleva a detener al obispo diocesano: el zamorano Eustaquio Nieto Martín, un anciano de setenta años, que es conducido, en medio del tumulto, a la Puerta de Guadalajara, donde se le instruye un "juicio popular" salpicado de insultos y vejaciones, que termina devolviéndolo a su residencia. De la gravedad de lo sucedido aquel día da cuenta lo recogido por el dirigente de la CNT Cipriano Mera en sus memorias en las que se jacta de haber salvado la vida del obispo de Sigüenza cuando un compañero se disponía a darle un tiro en la nuca. Sin embargo, no acabaron aquí sus cuitas pues en la madrugada del 27 de julio un grupo de milicianos entra de nuevo en el palacio en busca del prelado, saqueando e incendiando algunas de sus estancias, actos que según la "Causa General" fueron recogidos - fotografías incluidas- en la prensa comunista. Don Eustaquio, pese a habérsele propuesto un plan para huir, decide timoratamente refugiarse en el Seminario, escondiéndose en unas de sus bóvedas, aunque confundido y acosado finalmente se entrega. Con supuestas órdenes de trasladarlo a Madrid, se le sube a un automóvil, que toma la carretera de Alcolea del Pinar, aunque se detiene en el kilómetro 4, camino de Estriénaga, donde es fusilado. Sus asesinos, con el ánimo de borrar su crimen, rocían su cuerpo con gasolina, le prenden fuego, y lo arrojan a un barranco. Sus calcinados restos fueron recogidos, una semana después, por fuerzas de la 5ª Compañía del Tercio de Requetés "María de las Nieves". Su cuerpo pudo ser identificado por algunas de sus pertenencias personales, entre ellas, un pectoral, anillo, hebilla y un rosario. Al filo de la media noche del 25 de julio de 1936 era detenido en su domicilio familiar de Zamora, en la Avda. de Requejo, Higinio Merino de la Monja, titular de un negocio de relojería, gestor electo de la Diputación Provincial, presidente provincial de Izquierda Republicana, el partido fundado por Azaña en 1934, y de la Coral Zamora. Esa misma noche ingresaba en la prisión provincial. Su esposa, Emiliana Barbero, asustada, solicitó ser recibida por el gobernador civil -el teniente coronel Hernández Comes- con el que el matrimonio tenía amistad. Este la tranquiliza y comenta que dada la delicada situación que se vive en la capital, para mejor garantizar su seguridad, lo trasladará a la cárcel de Toro, a donde es conducido en compañía de otros treinta y nueve detenidos el inmediato día 26. Aquí, sin una acusación concreta, pues el arresto se justifica en razones de "orden público", permanece algo más de mes y medio. Tan dilatada estancia obliga a su esposa a encargar se le lleve la comida desde un conocido bar. Su familia sabe de su situación por las cartas que les escribe, serenas y sin temor, toda vez que ninguna cuenta tiene pendiente con la justicia. El 18 de septiembre Hernández Comes "ordena su traslado" a la prisión provincial, eufemismo que encubre la orden de asesinato. Efectivamente, tal y como recoge su partida de defunción, inscrita en el registro civil de Toro, el 6 de octubre de 1936, Higinio Merino, de 36 años, falleció: "en el kilómetro 37 de la Carretera Tordesillas a Zamora, el día 18 de septiembre, a las veinte y tres horas, a consecuencia de un disparo por la fuerza pública cuando huía yendo conducido por estado de guerra". Con él fueron fusilados otros veintisiete detenidos. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio toresano. Oficialmente nada se comunicó a su familia, si bien enterados, su viuda e hija mayor viajaron a Toro al día siguiente, y aunque el sepulturero les señaló el lugar donde había sido enterrado -la tierra aún estaba movida- no pudieron recuperar el cadáver. Como únicos objetos personales les fueron devueltos un reloj de pulsera y un tresillo. Bien, ambos relatos forman parte de nuestra particular historia de la infamia. Nada tienen de especial, son dos más entre los miles, más o menos truculentos, de nuestra Guerra Civil. La repercusión de ambos crímenes, cada uno en su escala y ámbito, fue notoria. Unamuno en sus notas sobre la revolución y la Guerra Civil se preguntó por qué habían matado al obispo de Sigüenza, y mucha gente en Zamora seguramente se hizo esa misma pregunta al saber de la muerte de Higinio Merino. Hoy podemos contestar sin temor a equivocarnos que a don Eustaquio Nieto lo mataron los "rojos" por ser obispo y católico, y paradójicamente a Higinio Merino lo mataron los católicos por ser "rojo", aunque en realidad era un moderado republicano de izquierdas. Conocida en Zamora la noticia del asesinato de don Eustaquio Nieto se celebró un solemne funeral en la catedral presidido por el obispo. Los despojos de este prelado, nacido en el zamorano barrio de San Lázaro, fueron provisionalmente inhumados con honores militares el 5 de agosto de 1936 en la ermita de San Roque de Alcolea del Pinar. Tras ser tomada Sigüenza por los sublevados, su defunción quedó inscrita en el registro civil el 6 de diciembre de 1937. Restaurada su catedral, en 1946, sus restos mortales fueron trasladados a la Capilla de la Anunciación, y depositados en un mausoleo construido a propósito. Su figura, y los detalles de su muerte fueron recogidos primero en la "Causa General" abierta por Franco para dar a conocer los crímenes de la "dominación roja", y posteriormente en algunos libros ("Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus obispos, 1898-1945", "Seréis mis testigos en", "La batalla de Sigüenza", "La Cofradía de la Virgen del Yermo"). Hoy, su martirio cuenta con una veintena de entradas en Internet. Aquí en Zamora desde 1917 una calle lleva su nombre. En 2003 se inició una nueva causa para beatificar al siervo de Dios don Eustaquio Nieto Martín y a otros 935 religiosos mártires que promueve la provincia eclesiástica de Toledo. Su memoria pues no se ha perdido, y sus restos reposan en paz.El asesinato de Higinio Merino de la Monja dejó a una joven familia rota: la formada por su viuda y cinco hijas menores de edad. Faltos de la fuerza de su sustento pudieron salir adelante, no sin dificultades, gracias a la solidaridad familiar y de algunos amigos. Sin embargo, su vida cambió. Marcados por la lacra de ser familiares de un "rojo", soportaron desprecios e insultos, arbitrarios registros domiciliarios y multas. Por si fuera poco la Ley de Responsabilidades Políticas les quitó sus ahorros, colocados en bonos de Saltos del Duero. Una de sus hijas, Pilar, sufrió cárcel por seguir creyendo en las ideas de su padre. Su nombre, como el de muchos otros, quedó proscrito, aunque siempre figuró con orgullo en el renovado negocio familiar regentado primero por su viuda y más tarde por sus hijas. Por su militancia política su nombre aparece en algunos estudios de historia local, y en la lista de militantes históricos de la página web de Izquierda Republicana. Nadie, salvo sus familiares y algunos allegados, se acuerda de él. Su memoria no existe, y su cuerpo yace en un lugar indeterminado del cementerio de Toro.El nombre de Higinio Merino es uno más entre los cerca de dos millares de hombres y mujeres asesinados en la provincia de Zamora durante la Guerra Civil. De nada le sirvió ser un "hombre de orden", pues la brutalidad de aquella sistemática represión trató por igual a los de "cuello duro" y a los de las "alpargatas", si bien sus efectos fueron mayores en las familias de estos últimos, solos y a la intemperie durante la guerra y gran parte de la postguerra. Para ellos no habrá recuerdos ni beatificaciones, toda vez que sus asesinos los enviaron directamente al infierno. En un elevado número de casos sus restos mortales ni siquiera podrán ser recuperados, pues de las fosas comunes marcharon a los osarios. No obstante, todavía quedan algunos en cunetas y descampados, y después de setenta años parece legítimo y humanitario recuperarlos. No entiendo cómo hay quien sigue apelando a la reconciliación para negar este, a mi entender, derecho, y superar esta iniquidad que repugna a una democracia estable como la nuestra. ¿A quién molesta que se abran esas fosas? Mucho me temo que a los herederos ideológicos de los que perpetraron aquellos crímenes. ¿Cómo podemos los católicos, responsables directos de la represión en Zamora, oponernos a ello, cuando nuestros mártires murieron perdonando? La recuperación de esos cadáveres constituye un deber moral, que no puede ni debe dividir a la sociedad. Por una verdadera reconciliación déseles sepultura, y aunque tarde llévese consuelo a sus familias, y descansen en paz de una vez por todas. Visto aqui

9 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Nunca se podrá igualar la situación. Sí que son dos asesinatos. Lo que vino después es inequiparable. Ahora con la nueva Ley de la Memoria se podrá restituir el honor, aunque nunca se podrá volver atrás y hacer justicia a la familia y evitarles su marcada historia durante toda la posguerra.

Salud y República

Naveganterojo dijo...

Como siempre Rafa,tienes razon,lo que estoy descubriendo con estas entradas es que hay personas que no aceptan la nueva ley por un motivo muy simple,ellos quieren continuar siendo los protagonistas de la historia,sus muertos son de mas calidad que los nuestros,y pretenden que sus nombres sigan siendo los unicos recordados.
Los muertos de la republica son un estorbo,incitan a la confrontacion,provocan recelos y odios,enfrentan a los españoles,mientras que los muertos del bando golpista son unos heroes,martires,etc,etc.
A mi humilde entender,hasta que no comprendan que solo queremos que esos "muertos estorbo",sean recuperados,y enterrados como seres humanos,no habra paz en el corazon de todos los españoles.
Salud y republica

Blanca dijo...

Hasta que no se reconozca lo básico, como por ejemplo, que la guerra civil fue un levantamiento militar, vamos, un golpe de estado... que todos los que murieron son iguales y merecen el mismo reconocimiento, que no es de recibo que la iglesia española, que tanto apoyó al antiguo régimen franquista, no sea capaz de reconocer sus errores ni siquiera ahora, cuando un obispo pide perdón y sale otro, que por su juventud aún puede hacer mucho daño en este mundo, dice que no, que pedir perdón no es de cristianos... enfín, unas cuantas de estas cosas, todo será un mero maquillaje.

Navegante, escríbeme a mi mail bescuderomtnez@gmail.com tu mail para invitarte a ser un cebolleta más.

Un abrazo,

Duende Crítico dijo...

Historias que nos deben ayudar a comprender que el futuro lo tenemos que desarrollar en la democracia y en la libertad. Esperemos y deseemos que estos desencuentros violentos entre hermanos no sucedan nunca más.

M.Angel dijo...

Siendo igual de crueles los dos asesinatos, uno te convierte en martir, el otro en un despojo, pero lo triste es que hoy en día no ha cambiado esa idea para mucha gente. ¿ No aprendimos la lección?.

Salud y república.

animalpolítico dijo...

Muy lúcido el texto y muy oportuno.

Un saludo

Anónimo dijo...

Acabo de leer la historia de Higinio Merino y me resulta tan familiar... mi abuelo compartió con él prisión en Toro, fusilamiento en el mismo kilómetro y descanso eterno en el mismo hoyo. Se llamaba Rufino Barba Luis, era agricultor y, como tantos, se interesaba por la política, ocupando algunos cargos menores en la Casa del Pueblo y en las organizaciones obreras locales. según todos los que le conocieron era un hombre bueno, comprometido e idealista, que no huyó porque creía que nada tenía que temer. Mi abuela se quedó viuda con 8 hijos y sintió en sus carnes eso de ser "roja". Mi tía Elisa compartió celda con Pilar, su amiga... vidas y muertes paralelas...

Buena memoria histórica dijo...

Hay que informarse un poco más y no dejarse llevar por el sectarismo. Yo voté a favor de la reforma poñítica y de la Constitución.
Lecturas recomendadas:
Entre el azar y la muerte (Testimonios de la guerra civil) Edit. Planeta, Col. Espejo de España
Otro:
Sigüenza en 1936 - Bajo el dominio rojo Edit. Sánchez Rueda.
Con vosotros no saldremos nunca del agujero.
A mejorarse.

Anónimo dijo...

Cómo se apellida Buena Memoria Histórica?
Gutiérrez, tal vez? O algún otro apellido marcado por el terror franquista?
Contigo nos hundiremos aún más en el agujero que dices.
Salud-os