lunes, 1 de diciembre de 2008

No mas silencio

No es posible, como, incomprensiblemente, ha dicho el cardenal Rouco Varela, pretender, el olvido y predicar la reconciliación, que, para que sea definitiva y auténtica, tiene que basarse en la justicia, que no podrá realizase mientras a las víctimas de los vencidos de la contienda fratricida no se les dé el mismo trato humano que a las víctimas de los vencedores. La reconciliación no podrá consolidarse mientras las víctimas de media España hayan recibido homenajes, beatificaciones, y digna o cristiana sepultura; y las víctimas de la otra media permanezcan denigradas y sepultadas ilegalmente en las cunetas, pozos y fosas comunes Como ha dicho con acierto Amalio Blanco ("El deber de la memoria". El País del 31 de diciembre de 2003): "No queremos que el silencio siga degradando a las víctimas inocentes, porque sabemos que callar es condenar injustamente dos veces, porque no es lícito volver a matar a lo muertos, porque olvidar es volver a mancillar la dignidad de las personas. El silencio es la tortura de la memoria". A este cardenal tan vocinglero habra que recordarle que fueron los líderes políticos republicanos más significativos, los que, en plena guerra civil, cimentaron las bases sobre las cuales, superada la dictadura y la transición, se pueda asentar la reconciliación. En efecto, el 18 de julio de 1938, don Manuel Azaña, en el Ayuntamiento de Barcelona recordaba, en un famoso discurso : "? a esos hombres que han caído embravecidos en la batalla, luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que, ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Perdón, Piedad". El Consejo de Ministros presidido por el Dr. Negrín aprobó el 30 de abril de 1938 los trece puntos que serían publicados el 1º de mayo, que se denominaron Declaración de Principios o Programa de Estado, en cuyo punto 13 se establecía: "Amplia amnistía para todos los españoles que quieran cooperar en la inmensa labor de la reconstrucción y engrandecimiento de España. Después de una lucha cruenta como la que ensangrienta nuestra tierra, en la que han surgido las viejas virtudes del heroísmo, cometerá un delito de alta traición a los destinos de nuestra patria aquel que no reprima y ahogue toda idea de venganza y represalia, en aras de una acción de sacrificios y trabajos que por el porvenir de España estamos obligados a realizar todos sus hijos". Desde su exilio mejicano, Indalecio Prieto exclamó: "Me están vedados los cementerios de España, pero si pudiera volver a ellos, pondría un ramo de rosas rojas en las tumbas de mis adversarios que también murieron por España". No conozco palabras semejantes que hayan sido pronunciadas, después o durante la guerra civil, por el mando militar vencedor, que, antes al contrario, inició una cruenta represión nada más terminada la guerra. Como dijo Azaña (24 de agosto de 1939. La Prarle. Collonger-sous Salive) :"Ahora no saben qué hacer con su victoria, y todo lo que se les alcanza es proseguir, en cierta manera, la guerra. Dentro de la enormidad de su fechoría pudieron haber realizado una acción sensata si, al terminarse las operaciones militares, hubieran abierto una era de olvido desocupando las cárceles y licenciando a sus verdugos. La impresión de alivio junto con la alegría general por ver acabada la guerra, hubiera dado así al nuevo régimen la atmósfera respirable que necesitaba. Pero unos hombres capaces de concebir una política de ese porte y de llevarla a término no hubieran sido capaces de provocar la guerra que han hecho. Por otra parte, suprimido el terror de todos los ámbitos de la Península habría surgido una pregunta sin respuesta posible: ¿para qué ha servido todo esto? Están pues amarrados a su propia obra, y condenados a la siniestra imbecilidad de un gerifalte. Que no podrán ceder nunca en nada, porque la menor concesión no solamente los destruye, sino que los condena y se delatan". Soy no creyente, pero me consta que a muchos creyentes cristianos,lo que mas les duele es que tampoco conocen que la jerarquía eclesiástica, que bendijo la represión, haya pronunciado, durante o después de la guerra, palabras de reconciliación similares a las de los líderes republicanos. Todavía la Iglesia jerárquica no se ha preguntado, y si lo ha hecho, no ha respondido, por qué odiaban a la Iglesia los pobres depauperados, sumidos en el analfabetismo y explotados por los terratenientes, y los obreros, que lucharon y murieron por la República, y que también son hijos de Dios, por lo que, al menos, merecen que se les rece un padrenuestro, y se les dé digna o cristiana sepultura. Visto en: laprovincia.es.Diario de las Palmas

3 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

La última pregunta de tu post es clave en la historia del siglo XX en España: ¿por qué odiaban a la Iglesia los pobres depauperados, sumidos en el analfabetismo y explotados por los terratenientes, y los obreros?

Porque odiaban a la iglesia de forma feroz.

Era el símbolo de su opresión y de su miseria. Pero si no podían sentarse ni en la iglesias en los bancos reservados a quienes chupaban la vida de sus hijos.

Naveganterojo dijo...

Amigo gracchus, lo curioso es que a dia de hoy, la iglesia sigue haciendonos a los españoles esa pregunta sabiendo como sabe la respuesta.
Un respuesta que jamas se atrevera a decirnos.
Un saludo

Esther dijo...

Está claro amigo que cada uno está hecho de una pasta y en la de ellos pusieron mucho egoismo y prepotencia y claro no podemos pretender que salga mucho más de ahi...Tienes razón tenian que haber tenido un buen gesto por su parte que no lo tienen ni hoy en día porque para ellos ahora su aliado es el silencio..Pero si hubiera sido al revés que le hubieran hecho lo mismo a sus victimas estarían a grito pelado..Como a ellos no les toca,les da igual...

besitos