martes, 9 de enero de 2007

Olvidar o recordar.IV

Esta historia la lei hace tiempo,y me causo una honda impresion,la he buscado en la hemeroteca de "el pais",de "eps",y al final la he localizado en una pagina de la guerra civil.
"Me emociono enseguida, enseguida lloro", afirma Amadeo Gracia Bamala, de 68 años, en el salón de su casa, un adosado en Alcalá de Henares ;Madrid). Recordar nunca le ha sentado bien, advierte su mujer. Mari Paz Gallego. A Amadeo (canoso, fuerte, bajito, de ojos claros y manos poderosas) nunca le gustó hablar del pasado. Pocos -"ni siquiera mis compañeros de trabajo durante tres décadas", dice- saben que le falta la mitad de la pierna izquierda por culpa de una bomba que estalló en su pueblo, Monzón (Huesca), en 1937, cuando él tenía poco más de dos años. A su hermana Alicia, la explosión le arrancó la pierna entera. A su madre le abrió un socavón en el vientre: "Estuvo quince días agonizando, en un puro grito de dolor, en el hospital de Lleida". Murió pidiendo que le dejaran tener cerca a sus pequeños hijos mutilados. Sesenta y seis años después, Amadeo se decidió a escribir a El País Semanal. Su carta se titulaba Perdonar y olvidar. ¿Por qué?, y decía así: "He leído repetidas veces la carta publicada en el EPS el pasado domingo 13-10-2002 bajo el título Ni perdono ni olvido. Estoy plenamente de acuerdo con ella. Soy el niño que. apoyado en una muleta, aparece en el centro de la fotografía (bastante conocida, por cierto) que les adjunto. El único de todos los que en ella aparecen que queda con vida. Es mi familia. En primer término, mi padre, Mariano Gracia, visiblemente agotado y hundido, llevando de la mano a mi hermana Alicia con su muleta. Detrás, yo, el más pequeño, junto a mi hermano Antonio. único que resultó ileso del bombardeo efectuado por los fascistas sobre Monzón (Huesca) el 20-11-1937, a consecuencia del cual murió asimismo mi madre. Yo entonces no tenía todavía tres años (nací el 29-12-1934), y mi hermana. seis. En la fotografía aparecemos, dos años después del bombardeo, entrando en Francia tras atravesar, supongo que en 'carroza real', los Pirineos. Mi padre murió año y medio más tarde, dejándonos solos en Francia. La vuelta a España fue otra odisea". "No. Yo no puedo, aunque quiera, perdonar, ni olvidar, ni... Perdonar, ¿por qué? ¿Acaso han pedido alguna vez perdón ellos? No odio, aunque sí odié; no quiero revanchas, aunque en otro tiempo las deseé. No lo deseo, pero cuando por desgracia a algún descendiente de aquellos franquistas le su-cede algo irreparable, no siento el más mínimo sentimiento de pena por él; siento lo mismo que cuando pisoteo una hormiga, me quedo absolutamente indiferente". "Sé que estas palabras parecerán a ciertas personas poco ejemplarizantes, llenas de rencor; pero no, no me importa lo que piensen, no siento rencor alguno, ni alegría, ni nada hacia ellos, simplemente un profundo y absoluto desprecio. Nunca fui hipócrita, ni pienso serlo; ellos, con sus hechos y comportamientos a lo largo de estos años, lo han merecido. Es mi opinión. No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación realizados sobre millones de españoles por los sinvergüenzas más grandes que este país ha tenido (sólo hay que ver los comportamientos y aptitudes cobardes y cómplices de este Gobierno del PP)... Atentamente". Adjuntaba Amadeo en su escrito una imagen que muestra la historia trágica de su familia cuando él, sus dos hermanos y su padre llegaban a Francia en las primeras semanas de 1939. La escena la captó un reportero de aquel país: "Supimos luego que podía ser de la revista francesa L'Illustration ". Nada más. Recuerda Amadeo, de aquel invierno de su niñez, el frío y el miedo. "Ese miedo que siempre está ahí", afirma. "Nunca hablé, pero siempre tuve un runrún aquí dentro", señala, tocándose el pecho. La imagen de los Gracia es una de las más conocidas de la Guerra Civil. "Estaba expuesta en la muestra sobre el Exilio", asegura. Pero él no la ha visto en directo. No quiso visitarla. ¿Para qué? La imagen de su padre agarrado suavemente a la mano de su hermana sirvió incluso. asegura, de inspiración para un monumento a los exiliados en La fajol (Girona). según recoge un libro de Rafael Torres (Desaparecidos de la guerra española, La Esfera de los Libros), que Amadeo guarda en su casa. "El señor que me sujeta a mí era un extranjero, de las Brigadas Internacionales probablemente", afirma. Su hermano Antonio le contó un día que él se reía mucho con el forastero, que le contaba chistes todo el rato. También ese hombre anónimo llevaba una pata de palo. Nunca más supieron de él. Al llegar a Francia se separaron. "En algunas publicaciones se ha dicho que era el abuelo con la manta el que llevaba de la mano a su nieta. Es falso. Es mi padre, tan destrozado, tan envejecido...". La muerte de su progenitor es lo que mejor recuerda Amadeo de aquel tiempo pasado en territorio francés. "Estábamos en un prado frente al castillo de Caussade, en la zona de Bergerac; yo cazaba grillos o algo similar... Se acercó mi hermano y me dijo: `Ya no verás nunca más a padre". Se hacen agua ahora los ojos de Amadeo y tiene que levantarse a beber algo. "Se murió derrotado", dice. Nadie existe ya de cuantos formaron un día su familia. La madre, Pilar, reventada; su hermana, coja, falleció hace cinco años -"nunca se acostumbró a su pierna ortopédica, prefería la muleta"-; su hermano, desaparecido hace ya nueve. "Él sí que lo recordaba todo, cada detalle de lo que sucedió. Y sin embargo, era generoso. Decía que había que correr un velo sobre todo aquello. Él vivió la guerra de pleno, siempre consciente. Fue el que sufrió la peor parte". Sin ninguna fantasía infantil que le pudiera librar de una realidad tan espantosa: bombas, muertos, hambre, exilio... Con casi doce años en la foto. su hermano acompaña, aparentemente tranquilo, a todo lo que le queda de su familia, a los restos de un mundo perdido. La huida del que fue su pueblo, el adiós a su infancia. ¿Por qué mi padre decidió marcharse? No lo sé. A veces lo he pensado. Se había roto el frente del Ebro y había comenzado el éxodo a Cataluña. Estuvimos refugiados en La Garriga. Mi padre encontró incluso un trabajo de jardinero en la Fundación Negrín. Luego, cuando vio que todo estaba perdido, decidió partir para Francia. Como tantos otros, buscábamos una salida...". "Regresamos a Monzón poco después, tras morir mi padre, en un vagón infestado de piojos. Fue espantoso. Sobre todo la posguerra". Antonio, el mayor, fuerte y productivo, se quedó con los abuelos. Podía trabajar. Amadeo y Alicia, los inútiles, ingresaron en el hospicio de Huesca. "Pasamos allí mucha hambre", recuerda. Hasta los 18 años estuvo interno. A los 15 consiguió su primera pierna ortopédica (por eso hoy tiene el tronco muy desarrollado). Luego se puso a trabajar en lo que entonces era Azucarera Española (de donde se jubiló como administrativo en Madrid hace unos años). "En la Azucarera de Monzón trabajaba mi padre durante la guerra. Él encendía la sirena de la fábrica para avisar cuando bombardeaban el pueblo". Recuerda Amadeo el día que se quedó huérfano de madre. "Ella pensó que sí caían bombas lo mejor era irse a campo abierto, y salimos del pueblo con otras familias. Mi hermano se salvó de milagro: mi madre había olvidado el dedal para coser y le envió de regreso a casa a buscarlo. Cuando cayeron las bombas, mi madre se tumbó sobre mí y recibió todo el impacto, pero no me pudo salvar el pie. Otra mujer cubrió a mi hermana. Así sobrevivimos, entre sus cuerpos". Dolor. Eso es lo que le queda. Y una evidencia que ahora señala con orgullo: "Todos en mi familia, entonces y siempre, fuimos de izquierdas". Los hermanos Gracia sabían desde niños de la existencia de la foto. Pero guardaron silencio. Hablaron de ella hace 14 años por boca del mayor, de Antonio. Un periódico catalán publicó entonces una serie de reportajes sobre la ocupación franquista en Cataluña. "Mi hermano la vio publicada y llamó a la Redacción. "Nosotros somos ésos, les comunicó". Pero Amadeo nunca quiso aparecer en ningún sitio. Demasiadas cosas importantes perdidas. Una pierna. Una familia. Una vida. "Siempre que se habla de la guerra aparecen las personalidades, los famosos..., pero ¿y la gente común? Los que más la sufrimos, ¿dónde estamos?". Quizá por eso ha decidido contar hoy su historia,quiza por eso debamos recordar el dolor de cientos de familias españolas,destrozadas,separadas,asesinadas, olvidadas y nunca reconocidas por el "gobierno" de Franco (ni por los demas gobiernos democraticos)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pudieron matar o, mutilar, la materia orgánica, pero no lograron terminar con las ideas. Aquí estamos, los herederos sentimentales de la II Republica: comunistas, rojos, masones, demócratas todos, para continuar la lucha inacabada e incruenta. Estas historias ayudan a fortalecer nuestros ideales.

Duende Crítico dijo...

Cuando leí estas historias en el EPS me acuerdo que me emocioné con esas historias.Mi abuelo estuvo en el bando nacional de telefonista porque le tocó y porque además nunca se ha interesado por la política. El caso es que siempre me cuenta alguna historia de estas que te quedas sobrecogido que escuchaba por teléfono antes de notificarlo a sus superiores. Os cuento una:

Un motorista se ditige al cuartel, en el que estaba mi abuelo, todo desorientado. Al llegar levanta el puño y saluda al estilo republicano: "salud camaradas". Quedándose los guardias perplejos por la situación tan insólita que se les presentó, preguntan a los oficiales qué hacer con el individuo. La solución fue un tiro en la nuca y tirar su cuerpo por el campo.

Esperemos que las luchas cainitan no vagen nunca más por estos parajes de España.

Saludos.

Naveganterojo dijo...

Duende,me has dejado de una pieza,una cosa es escuchar estas historias tan terribles,y otra es tener un familiar vivo,que las haya vivido.
Por desgracia mis abuelos ya han fallecido,y yo he olvidado la mayoria de las historia que me contaban.
Pero seguro que ciudadano sabe mas de una.
Saludos a los dos.

Anónimo dijo...

Mi abuelo también me contaba historias de la Guerra Civil cuando era pequeño (ahora, desgraciadamente está muerto). La que más me impresionaba siempre que la contaba era la de la batalla del Ebro. Según nos contaba, el río bajaba literalmente con cientos de cadáveres, la mayoría gente que ni siquiera sabía nadar.
También nos contaba que en cierta ocasión, debido al hambre pues llevaban días sin comer, se comieron toda la fruta de unos árboles de un huerto. El agricultor se quedó ese año sin cosecha.
Siempre terminaba sus historias diciendo: "La guerra es muy mala. Que no os toque a vosotros vivir una".

Alvaro dijo...

Impresionante, como todas esas historias, como todas esas luchas. Tenemos una deuda con ellos.

Un fuerte abrazo

Naveganterojo dijo...

Sinceramente, es una de las historias que mas me han impresionado,porque fotos hemos visto muchas,algunas terribles,pero que alguien que aun vive, nos diga que el niño de esa foto es el,pues pone los pelos de punta.
Kurtz,todos sabemos que tu abuelo tenia razon,que nunca nos toque vivir otra guerra civil.
Alvaro,pues claro que tenemos una deuda con ellos,yo intento con estos documentos que no se olvide aquella barbarie,y de paso recuperar la memoria de mi abuelo materno,asesinado sin motivo el 20 de julio del 37,pues el pobre era analfabeto,y vivia en un pueblo de las hurdes(extremadura)con 200 habitantes.Despues de muchos paseos a Caceres,y otros lugares,llegaron a decirnos que le habian matado por que al cacique del pueblo le gustaba mi abuela.
Aun hoy no sabemos en que cuneta esta.

Anónimo dijo...

¡¡¡Sin palabras!!!

En ese genocidio fascista todas las familias españolas murieron algo. Navegante, otra cosa más en común compañero, una parte importante de mi familia también es originaria de esa hermosa tierra cacereña.
Mi más profundo respeto.